
A pesar de todo ello, Maddy ha asumido su enfermedad y vive feliz dentro de su casa, su burbuja, desde la que recibe clases por Skype, comenta por Internet sus libros favoritos, y a la que solo pueden acceder, tras un riguroso proceso de descontaminación, su madre y su enfermera.
Cada día en la vida de Maddy es una réplica al anterior, pero eso no la molesta. No necesita más. No quiere más. Hasta que unos nuevos vecinos se mudan a la casa de enfrente... y aparece Oliver.
Todo, todo se plantea, primeramente, como una novela de desarrollo y resolución complejos. Es ese conflicto, la curiosidad por descubrir cómo se puede construir una trama romántica plausible y coherente con tantos impedimentos de por medio, lo que nos lleva a interesarnos por la historia de Maddy y Olly.
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